Hemos terminado una nueva edición de los grandes premios del cine, la gran noche del cine, como rezaba el cartel promocional del año pasado. Ya sabemos que The Artist es la película del año y que La invención de Hugo tiene los mismos premios. Hacemos una pequeña reflexión sobre la pasada gala.
Han pasado ya unos cuantos años desde que se hicieron entrega de los primeros Oscar. Por aquel entonces no había tantas categorías como ahora y tampoco era muy normal el hacer conjeturas sobre quien o quienes se llevarían el gato al agua esa noche. Con el paso de los años, esta gala ha pasado de ser un acontecimiento cinematográfico a ser un acontecimiento mundial, siempre sin olvidar que sus raíces son, precisamente, el cine.
Este año hemos asistido a la edición número 84, en donde como suele suceder desde hace unos años, ha habido una clara favorita, una película que se ha llevado un buen puñado de Oscar y que además ha dado mucho que hablar. Lo original de la propuesta de The Artist, es quizá lo que la ha llevado hasta lo más alto de los premios de la industria. No sólo los BAFTA, los Globos de Oro y multitud de premios más, la han convertido ya en leyenda, sino lo que su director, Michel Hazanivicious, se ha encargado de recrear y de contar.
Quizá si The Artist no estuviera hecha como lo está, no se habría llevado tanto premio. Muchos pensarán que su historia, aunque sencilla y seguramente contada con anterioridad, no merece quizá el aluvión de galardones que se ha llevado. Posiblemente tengan razón o no, pero resulta cuanto menos llamativo que una cinta muda y que hace homenaje a aquellas películas, se haya alzado ganadora cuando el cine parece estar en constante evolución (efectos especiales, 3D…). La escasez de ideas en Hollywood ha hecho premiar a otro tipo de historias (recordemos que sólo 3 de las 9 películas nominadas, partían de ideas originales).
Y es que en los Oscar rara vez hay justicia. Muchos creen que la Academia premia modas, premia títulos, pero hace tiempo que no premia cine. No nos extrañan premios en reconocimiento a carreras cuando han hecho enormes personajes, o premios por papeles ínfimos cuando años atrás no lo obtuvieron por uno de mayor calado. No existe una fórmula del éxito, eso ya se dijo hace tiempo, y en los Oscar tampoco hay una para contentar a la Academia.
Rancios o no, como algunos los definen, lo ciertos es que los miembros de la famosa A.M.P.A.S han decidido darle a The Artist cinco estatuillas de las diez a las que optaba, un 50% de premios que, seguramente, le siente muy bien al resto de proyección internacional que le queda. Lo queramos o no, es la cinta del año, de la que todo el mundo habla. Y precisamente eso quizá es otro punto a tener en cuenta a la hora de hablar de premios.
Y es que este año, quizá han sido los Oscar más predecibles que hemos vivido. Sabíamos que The Artist iba a ser la gran triunfadora, sabíamos que Meryl Streep iba a ganar su tercer Oscar (a pesar de lo impostada de su reacción), sabíamos algunos premios que, por una cosa u otra, estaban prácticamente dados. Algunos bien porque ya tenían reconocimientos anteriores o quizá porque se hablaba de ellos mucho últimamente. Pocas sorpresas en los Oscar más recientes, algo que al que escribe le resulta bastante triste.
Quizá sea un nostálgico o quizá un rancio (como los académicos), pero mi memoria todavía recuerda aquellas galas en donde pocas veces conseguía acertar quien o quienes se llevaban los grandes premios. Esa sorpresa se apagó hace tiempo. Una lástima, si hablamos de una de las ceremonias más glamurosas del mundo (algo que este año también ha salido mal parado, ¿alguien dijo crisis?). Y es que los Oscar ya no son lo que eran, ni siquiera con la presencia de Billy Crystal.
El otro gran título triunfador de la noche ha sido La invención de Hugo, primera experiencia de Scorsese con la técnica del 3D, que tan de moda está y que parece ahora que algunos veteranos quieren probar. Igualando a The Artist, cinco han sido los premios para una cinta excesivamente artificial por fuera, pero absolutamente real por dentro. Quizá una lástima por John Logan, que de los que se fueron sin Oscar, tendrá que seguir esperando el día que consiga uno (con Lincoln podrá tener otra oportunidad).
Puede que La invención de Hugo no sea una cinta tan “nominable” (palabra que siempre se pone de moda en estos tiempos) pero su homenaje al cine, y volvemos a lo mismo que con The Artist, es lo que le ha hecho ganarse ese hueco en los corazones de los académicos. Ha sido precisamente su historia, la que tendría que haberle dado grandes premios, sin embargo se ha preferido reconocer quizá a lo más artificial.
Ninguneados han quedado títulos quizá algo más variados en cuanto a la temática que parecía llevar la ceremonia. Los descendientes, obra de Alexander Payne, quizá no salió tan mal como parecía. Su Oscar al Mejor Guión Adaptado ha servido para engrosar la lista de Payne, un realizador con bastante buena mano a la hora de escribir personajes perdedores. Aunque Clooney se haya ido de vacío (él mismo era consciente de que así sería), Los descendientes no quedará en el olvido.
War Horse (Caballo de batalla) compartía con Moneyball, ser la tercera cinta con más nominaciones de la noche. Un total de seis estatuillas para una película que, aunque algo ñoña, sí podía haberse llevado al menos un galardón. Y es que a la Academia no le duele dejar a Spielberg fuera de juego, ya lo hizo una temporada y parece que comienza otra. El caballo se ha vuelto sin jinete, en esta ocasión, pero Spielberg tampoco es amigo de grandes fastos, no le ha pillado por sorpresa, quizá sólo a los que disfrutamos con ella.
Estemos o no de acuerdo con los resultados, lo cierto es que los Oscar suelen ser (solían ser) impredecibles, pero está demostrado que ya no lo son tanto. The Artist es la película del año, es lo que nos queda por sacar claro de esta gala. Sólo tendremos que esperar 365 días para saber si se repite la misma historia.
